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Chistes Variados

Chistes Variados - "Oye, si las madres tienen el Día de la Madre y los Padres el del Padre, ¿Cúal es el día de los solteros?"
- "El Domingo de Ramos, hombre"

Juan Banana va al médico y le dice, "Doctor, quiero ser castrado".
"¿Cómo dice?" pregunta el doctor. "Esa es una decisión muy drástica, ¿está seguro?"
"Muy seguro," dice el hombre.
"¿Está casado o tiene una pareja regular?" le pregunta el médico.
"Estoy casado," dice el hombre, "pero, ¿qué tiene eso que ver con la operación?".
"Mire," dice el doctor, "sería una buena idea que lo discutiera con su esposa, a ella también la va a afectar."
"Si, es cierto, pero sólo por un tiempo."
"De todas formas," dice el doctor, "creo que usted debiera preguntarle a ella esta noche y si quiere seguir adelante, ya le reservo el turno en el quirófano. Es una intervención muy rápida y estará fuera del hospital en el día.
Al día siguiente, el hombre vuelve y confirma su decisión. La operación se hace esa misma mañana y en la tarde el hombre estaba descansando en la sala de recuperación. Al despertar de la anestesia, mira a su alrededor con una sonrisa, sintiéndose estupendo. Le sonríe al paciente de la cama contigua y, alegremente, le dice, "Hola, ¿qué tal? ¿Y usted por qué está aquí?
"Yo vine para ser circuncidado," dice el otro paciente.
El paciente castrado, chasquea sus dedos, y con gesto de frustración dice, "¡Mierda!, ¡Esa era la palabra que había estado buscando!"

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Había una vez un diácono y un predicador, amigos sido durante mucho tiempo. Un día el diácono se enfermó y lo llevaron al hospital, por lo el predicador decidió visitar a su viejo amigo.
Cuando entró en el cuarto del hospital, el predicador notó los tubos y el equipo médico unidos al diácono. El predicador se arrodilló junto a la cama y preguntó, "¿Qué tal estás? ''
El diácono hizo señas a una libreta y un lapiz en la mesilla de noche. El predicador le preguntó si los quería , y el diácono cabeceó un sí. Así que el predicador le dio la libreta a su amigo y la pluma y el diácono empezaron a escribir. De repente el diácono se murió.
A su entierro, el predicador fue encargado de rezar el servicio funerario, y así lo hizo: ''Era un hombre bueno y yo nunca me olvidaré de él, '' dijo, ''estaba junto a él cuando falleció y de hecho tengo su último pensamiento en el bolsillo de mi chaquetaí.''
El predicador mete la mano en su bolsillo y saca el papel. ¡''Por favor, levántese! !Se está arrodillándose en el tubo de oxígeno¡.

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